sábado, 3 de julio de 2010

ANCESTROS TECNOLOGICOS: EL HINDENBURG


En 1937 uno de los mayores aparatos voladores construidos por el hombre, de 245 metros de largo y 41 metros de diámetro, estallaba en llamas sobre Nueva Jersey, cambiando el destino de la aviación comercial y probablemente de parte de la II Guerra Mundial: se trataba del dirigible LZ 129 Hindenburg.

Considerado un triunfo tecnológico de la Alemania nazi (voló en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín) el Hindenburg tenía una capacidad para 72 pasajeros, carga útil de 112 toneladas, una tripulación de 61 personas y una velocidad máxima de 135 km/h. Su interior era lujoso, a diferencia de otros dirigibles donde la barquilla se encontraba en el exterior de la nave, en el Hindenburg era interior para mejorar la aerodinámica. Contaba con sala de lectura, salón con un pequeño piano, bar, restaurante e incluso sala de fumadores presurizada. Quien lo desease podía contemplar la zona que sobrevolaba el aparato gracias a una serie de ventanas panorámicas.
En Mayo de 1937, el Hindenburg se aproxima a Nueva Jersey después de un vuelo de 4 días sobre el Atlántico. En las últimas horas ha sobrepasado una tormenta y fuertes vientos, pero parece que el atraque no supondrá ningún problema. Sin embargo, en el último momento y por razones desconocidas, la popa comienza a arder y el incendio se extiende furiosamente por toda la nave. En pocos segundos consume el dirigible entero, haciendo que se desplome sobre la multitud que espera. Tripulantes y pasajeros tratan de salvar su vida arrojándose por las ventanas o descendiendo por cuerdas. La catástrofe es narrada en directo por un comentarista radiofónico, Herbert Morrison, que visiblemente afectado pero con profesionalidad se mantendrá en su puesto y pronunciará las palabras que han quedado desde entonces asociadas al desastre: "¡Oh, la humanidad!"

Perecieron 36 personas entre pasajeros, tripulantes y personal de tierra, una cifra que puede parecer escasa para la aparatosidad del suceso, pero que representa a un tercio de los que viajaban en el Hindenburg en ese momento.
En Mayo de 1937, el Hindenburg se aproxima a Nueva Jersey después de un vuelo de 4 días sobre el Atlántico. En las últimas horas ha sobrepasado una tormenta y fuertes vientos, pero parece que el atraque no supondrá ningún problema. Sin embargo, en el último momento y por razones desconocidas, la popa comienza a arder y el incendio se extiende furiosamente por toda la nave. En pocos segundos consume el dirigible entero, haciendo que se desplome sobre la multitud que espera. Tripulantes y pasajeros tratan de salvar su vida arrojándose por las ventanas o descendiendo por cuerdas. La catástrofe es narrada en directo por un comentarista radiofónico, Herbert Morrison, que visiblemente afectado pero con profesionalidad se mantendrá en su puesto y pronunciará las palabras que han quedado desde entonces asociadas al desastre: "¡Oh, la humanidad!"

Perecieron 36 personas entre pasajeros, tripulantes y personal de tierra, una cifra que puede parecer escasa para la aparatosidad del suceso, pero que representa a un tercio de los que viajaban en el Hindenburg en ese momento.

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