lunes, 21 de diciembre de 2009
El cómic nacional en busca de su identidad. (tomado de publicacion de El Telegrafo)
En reiteradas ocasiones el cómic nacional ha sido blanco de críticas de algunos “entendidos en el tema”, los que aseguran que falta una buena comunicación entre el dibujante y el guionista y creatividad a la hora de producir una historieta. A pesar de esa apreciación sí han existido intentos por parte de varios ilustradores para introducir sus creaciones en el mercado ecuatoriano y abrirse camino a nivel latinoamericano.
Aunque falta más profesionalismo para dejar atrás la etiqueta de que Ecuador es un país consumidor de cómic y no productor, ya es reconocido internacionalmente el trabajo de un ecuatoriano.
Este es el caso del ilustrador Tomás Oleas, quien ha cruzado fronteras a través de su tira cómica Gor, el príncipe dinosaurio, que ya cumplió doce años de creación. Al año de que fueron publicadas las aventuras de este joven Triceratops y su manada cada sábado en el suplemento infantil Mi mundo, de diario El Universo, firmó contrato con la agencia United Feature Syndicate.
“La gerente de venta de esta empresa que distribuye la tira cómica en diferentes países estaba de gira buscando un producto fresco y le llamó la atención mi historieta. La sorpresa de ella fue cuando se enteró de que no era extranjera, sino que era realizada por un guayaquileño que trabajaba en el periódico. Le entregué varias muestras que fueron aprobadas por su jefe y desde ahí Gor sale, también, publicado en La prensa gráfica en El Salvador, El correo de México, Hispana Unida de Lincoln y La opinión de Los Ángeles, Estados Unidos”, relata.
Manifiesta que sus conocimientos sobre la Paleontología que tenía antes de ver la película Jurassic Park y la afición que tiene por el cómic fue lo que lo motivó a crear una historia sobre estos animales. “Estoy empapado del tema por eso tengo la facilidad de desarrollar el guión de todos estos personajes sin alejarme de la realidad. Me centro en una época en los inicios del Cretáceo”, asegura Oleas, quien aspira en el futuro tener el respaldo económico de alguna institución para sacar una revista, en la que incluya a este y otros personajes que ya los ha desarrollado. “No quiero quedarme en el formato de la tira semanal en un medio escrito”.
Son pocos los ilustradores que han invertido o conseguido auspicio para que sus revistas no dejen de circular en el mercado nacional. Como Rocko (Erick Álava), Leyendas Ecuatorianas (Mauricio Gil), 9th Zone (Adrián Peñaherrera, Eddy Vivar y David Méndez), La Tira (Comic Club de Guayaquil). Mientras que las únicas revistas que tienen el respaldo del Municipio son las que pertenecen a la colección Memorias Guayaquileñas (guiones de Melvin Hoyos y Alfredo García, dibujante Kléber Flores, Lex Campuzano, entre otros).
Estas revistas se las vende en la Librería La Iliada, Dr. Games, Restaurante Mía, Distribuidora Andrade y Shogun Collecton, que son distribuidas en las sucursales de Quito, Cuenca, Ambato, Riobamba, entre otras ciudades.
Para Érick Álava, el éxito de Rocko es porque no fue concebido como un superhéroe, sino como un adolescente que tiene sus amigos y que pasa por situaciones normales que cualquier otra persona que está involucrada con el rock pesado se podría sentir identificado. “La mayoría de los chistes que publico son vivencias propias”.
El caricaturista reconoce que al principio creó la revista dirigida solo para los rockeros, pero en las dos últimas ediciones hago el diálogo con chistes más digeribles para que sea entendido por todo el público, sin perder la esencia de Rocko y sus compañeros de travesía. “Para que Rocko gane más adeptos lo asocio con situaciones reales, como la Asamblea Constituyente, partidos de la selección y deportes extremos”.
Sobre por qué en Ecuador el cómic está estancado, Álava sustenta que verlo aún como un “hobbie” es lo que no permite que haya publicaciones frecuentes. “En lo personal yo dibujo, escribo las viñetas, pongo el color a los personajes y diagramo la revista en mi tiempo libre, porque trabajo en el día.
Me he propuesto que a partir de la sexta edición su publicación sea trimestral, consiga o no auspiciante. Por eso tiene un costo de dos dólares para financiarla. En las cuatro anteriores ediciones el dinero salía de mi bolsillo para pagar la imprenta, esa es la razón por la que publicaba por año una revista”.
En cambio, para los creadores de 9th Zone la historia es diferente. Ellos desde que se iniciaron en este tipo de trabajo para no perder la acogida que tienen entre los lectores sacan la revista cada dos meses.
Sus integrantes cuentan que al igual que sus colegas lo más complicado para llevar a cabo este proyecto fue costear la producción que está valorada en 750 dólares. “La revista salió al mercado con el precio de un dólar, pero por el incremento de los costos en las imprentas nos vimos obligados a aumentar cincuenta centavos. Esperamos que no sea un impacto negativo para nuestros seguidores”.
Adrián Peñaherrera, editor de la revista que en mayo cumplirá un año, piensa que la aceptación de 9th Zone no solo es por las historietas y personajes inéditos, sino por su presentación que tiene doble portada y es a full color.
Eddy Vivar señala que en la revista se recopila la fusión de estilos como el cómic americano, europeo y el Manga. “A veces se han complicado las cosas y alguien del grupo ha fallado. Por eso hemos recurrido a pedirle el material a un amigo que no ha publicado sus historietas con la finalidad de cumplir con la entrega a tiempo”, comenta.
Mientras que David Méndez dice que ahora la revista será distribuida por Disandes en algunos de sus puntos de venta. “Posiblemente desde el quinto número estará a la venta en Supermaxi”.
Kléber Flores, quien en 2006 presentó su revista Trazos a los amantes del cómic, que tuvo una sola edición, manifiesta que el mayor inconveniente para que no exista una cantidad considerable de cómic nacional o que se quedé un proyecto en medio camino es “porque los mismos dibujantes tenemos que financiar la revista. Además no hay apoyo por parte de empresas que apuesten al cómic como una fuente de nuevas opciones de comunicación”.
Cuenta que para su revista pidió la colaboración de los dibujantes Pedro Andrade, Carlos Benavides y Edú. “Se hizo un tiraje de 1.500 ejemplares, pero solo se vendieron 750 a un valor de un dólar veinticinco centavos”, relata Flores, quien invirtió seiscientos dólares en una sola ocasión.
El también ilustrador del personaje Pedro Carbo, que le tomó dibujarlo cuatro meses y que es distribuido gratuitamente en escuelas, colegios y terminales de la Metrovía, sostiene que es difícil en el país darse a conocer porque recién se inicia una cultura sobre el cómic a través del trabajo que realiza el programa Memorias Guayaquileñas.
Por esta razón participará en el concurso organizado por una editorial española, en el que el ganador recibirá 20.000 euros y su historieta será editada. “Aunque no gane existe la posibilidad de que alguien se interese por mi trabajo. En Ecuador no hay editoras, lo que no permite que evolucionemos y que podamos hacer historietas con mayor frecuencia”, refiere Flores.
Sin embargo, existen otros limites para el cómic nacional como la búsqueda de su identidad. Según Gabriel Fandiño, creador de la caricatura Ojos Rojos, todavía estamos en “pañales” porque hay exceso de dibujantes de cómic y pocos guionistas.
Agrega que otra traba que tiene el cómic ecuatoriano es su forma de elaboración. “En Estados Unidos, Colombia, Perú, Argentina, etc, se ha industrializado su proceso de realización. Una persona se imagina la historia luego va hasta el guionista, quien debe pensar y escribir en imágenes. Posteriormente, se dirige al ilustrador que hace el dibujo a lápiz y finalmente al entintador”.
En cambio, en Ecuador -explica Fandiño- que el dibujante es celoso con su trabajo y pocas veces admite críticas, por esa razón el mismo hace el guión. “En muchos casos hay que aceptar que sé es buen dibujante, pero un mal guionista. No existe comprensión entre ambas partes por eso no se presenta un producto de calidad y en algunas ocasiones las historias son flojas. Aún no encontramos un estilo que nos identifique como creadores de cómic”.
Este modelo de trabajo internacional incorporó Melvin Hoyos, mentalizador del programa Memorias Guayaquileñas, con la finalidad de crear un equipo humano de ilustradores, guionistas y entintadores para que se perfeccionen en el estilo de cómic histórico. “Se editan 20.000 revistas con las cuales no solo se beneficia el pueblo que aprende de una manera divertida la historia de la ciudad que es difícil asimilar a base de libros, sino a la vez se genera una fuente de trabajo para los artistas”.
Hoyos sostiene que también se han elaborado 10.000 afiches en el que se visualiza a Olmedo, Francisco de Orellana, Vicente Rocafuerte, entre otros personajes, con el objetivo de llegar a la mentalidad de los niños y adolescentes para que no sigan adoptando modelos de conducta de superhéroes creados por la ficción popular de otros países. “Tenemos nuestros héroes que fueron de carne y hueso, que han hecho historia real, del cual todos somos beneficiarios”.
Alfredo García, vicepresidente del Cómic Club de Guayaquil, afirma que La Tira, en la que se publica desde enero el trabajo inédito de gente aficionada al cómic, es la palestra para dar a conocer a nuevos caricaturistas que por falta de espacio y dinero no han publicado sus creaciones. “Se produce un tiraje de 5.000 ejemplares y se entrega gratuitamente en la Casa de la Cultura, Dr. Games, librería La Iliada y otros locales comerciales, con la finalidad de que la gente se entere que sí se está elaborando cómics nacionales”.
Otro proyecto es la escuela del cómic que el año pasado fue inaugurada. “Para incorporarse deben cumplir siete módulos y como tesis de grado deben crear una historieta inédita. Tenemos dos grupos de alumnos. El primero está compuesto por cuatro chicos y van por el quinto módulo, mientras que en el segundo hay doce y van al tercer módulo. Ellos ven las materias de dibujo libre, semiótica del cómic, historia del cómic, redacción creativa, photoshop e ilustración”, explica Mauricio Gil profesor de la institución y creador de Leyenda Ecuatorianas que salió al mercado desde 2003 y que actualmente tiene un costo de cincuenta centavos.
Por otro lado, la nueva generación se inclina por otra tendencia que es el Manga, lo que ha ocasionado que el cómic nacional pierda terreno.
Para Edwar Jaime, quien desde hace un año entrega La Leyenda Sinfonía del Cielo por Edú a El Telégrafo, este estilo japonés es más fácil de dibujar porque sus trazos son sencillos y ya están establecidos.
Dice que el problema no está en que la mayoría de los jóvenes dibujantes tengan la influencia del Manga, lo que sucede es que no son originales en el momento de crear un personaje. “Aunque todo este dicho en el Manga uno debe diseñar un dibujo con sus propias características para que se diferencie de los demás”, explica Jaime, quien se considera empírico en esta profesión y su mayor anhelo es un día publicar su propia revista.
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