domingo, 2 de noviembre de 2014
La novela gráfica 'Kongo' rescata las vivencias en África del autor de 'El corazón de las tinieblas'
-El río no se parece a la alta mar, aunque tiene sus caprichos. Cuidado con los bancos de arena, capitán.
Testigo del encontronazo entre hombre y hombre, apenas huésped en la nación-continente donde ya se intuía un paraíso eviscerado, Józef Teodor Konrad Korzeniowski inicia el remonte del gran río centroafricano sin saber que el viaje no terminará jamás, que de la masa de agua saldrá siendo otro. Aquel tam-tam difícilmente podía exorcizarse. Brutalidad, enajenación, indisciplina, vanidad y ambición malsana acompasan la ondulación de la "larga y fascinante serpiente" del mapa aún decimonónico que el escritor curiosea en la primera viñeta de 'Kongo'.
Editada en España por Dibbuks, la novela gráfica que firman el guionista Christian Perrissin (Haute-Savoie, Francia, 1964) y el ilustrador Tom Tirabosco (Roma, 1966) presenta desde un ángulo inédito la odisea verde jungla y rojo muerte que inspiró 'El corazón de las tinieblas' de Joseph Conrad. No es la simple traslación al cómic del relato abisal que este 2014 cumple 115 años. Se trata de la crónica a machetazos -en ciertos pasajes, con salpicaduras- del viaje desde Bruselas del polaco y su trienio de estancia en el Estado Libre del Congo. Entonces Conrad no era Conrad, no el mayúsculo hombre de letras en que se convirtió, sino un oficial de la marina mercante británica en el inabarcable coto con licencia para todo del rey Leopoldo II.
En su primera colaboración Perrissin y Tirabosco no han pretendido hacer un tebeo histórico "con un gran número de reconstrucciones", se desmarca el dibujante. "El primer reto era convertir a Conrad en un personaje de dibujos animados. Se trata de un hombre complejo, un aristócrata procedente de una familia de intelectuales, reservado. A los 33 años es un hombre enfermo de los nervios y un gran escéptico", describe el guionista. "El otro desafío era evitar caer en el maniqueísmo, como ocurre a menudo con las historias de la colonización, y en la complacencia con las atrocidades cometidas", agrega en relación a un contexto pantanoso en el que a punto estuvo de perder pie el mismísimo Hergé.
La tenebrosa travesía de Korzeniowski a bordo -que no al mando- del vapor 'Le Roi des Belges' aparece recreada a partir de fragmentos de su diario, diversas cartas (a Margarita Poradowska, tía del remitente) e incluso algún episodio alucinatorio propiciado por la fiebre. "Es una manera de explorar la la psicología de Conrad", explica Perrissin sobre una reconstrucción que permite conocer "el lado oscuro" de quien "se guarda para sí sus emociones" y que además ha requerido una importante labor de documentación.
Por su parte, Tirabosco se ha fijado en una serie de retratos de Casimir Zagourski fechados en torno a 1920 para cogerle el aire a la odisea conradiana, condensada en 176 páginas en blanco y negro. "Es imprescindible para poner un poco de distancia y no caer en una representación demasiado luminosa y exótica de África", razona el artista sobre la ausencia de color. Un trazo redondeado y el uso de una técnica de impresión conocida como monotipia, "no muy común" en el mundo de la historieta y que recuerda al carboncillo, completan la "aproximación 'pictórica'".
La película bélica dirigida y producida por Francis Ford Coppola en 1979. El guion está basado en El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness), una novela de Joseph Conrad ambientada en el África de finales del siglo XIX, aunque trasladando la acción a la Guerra de Vietnam. Tuvo también influencia de la película de Werner Herzog Aguirre, der Zorn Gottes (1972)
Nadie se extrañe si que el emblemático agente comercial Kurtz no aparece siquiera mencionado en este álbum a cuatro manos. Su guionista aclara que ha intentado hacer entender al lector cómo a Conrad "se le ocurrió 'inventarlo' años más tarde". No obstante en el epílogo, para los más curiosos, hace balance de los personajes que sirvieron de espejo negro al escritor (Klein, Barttelot, Rom).
Y entre tantos excesos, ¿podría considerarse al protagonista de 'Kongo' como una especie de corresponsal de guerra? "Hay una diferencia fundamental", tercia Perrissin. "Al principio Conrad no va al Congo para observar lo que estaba pasando. Todo lo contrario: firma un contrato con la compañía que explota los recursos de la región. Ésta es la primera vez en toda su vida que llevó un diario. ¿Por qué lo hizo? Él mismo no lo sabe muy bien. Además, deja de escribir una vez que está navegando el río, sin duda porque no ve qué sentido tiene documentarlo. Más tarde, cuando escribió 'Un puesto avanzado del progreso' y 'El corazón de las tinieblas', no lo hace con el fin de dar testimonio o denunciar. Su propósito principal es expulsar sus propios demonios. Pero ya nunca se va a recuperar por completo de lo que ha visto y vivido. Se siente culpable de ser un poco cómplice".
"Aunque la trama se base en parte en su propia experiencia, Conrad tiende a huir de lo vivido para poder dar a su novela una dimensión universal y denunciar de forma más eficaz las mentiras del imperialismo occidental", prosigue el guionista su reflexión sobre la obra cumbre del también autor de 'La locura de Almayer', de quien dice llegó hasta 'terra incognita' con sed de aventura tras haber navegado por todo el mundo. "Se fue al Congo para trabajar y para cumplir un sueño de la infancia y volvió traumatizado por haber servido a una fuerza colonizadora codiciosa y asesina".
El galo pone el acento en la clarividencia casi chavesnogalista del literato fallecido en Bishopsbourne hace 90 años, aunque matiza: "No fue capaz de cuestionar la idea principal del imperialismo: la necesidad de someter en tierras lejanas a poblaciones indígenas por deber de su conciencia. Pero a diferencia de otros colonos, se dio cuenta de que ese imperialismo filantrópico no era más que una ilusión. Les importaban los intereses mercantiles y, si les servías ciegamente, todo estaba permitido"
TOMADO DE DIARIO EL MUNDO.
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