El nuevo Splinter Cell llega en un buen momento, en el que los juegos de sigilo son cada vez más aceptados por el gran público, y bajo el pretexto de "puedes afrontar las situaciones mediante acción directa o infiltración, tú eliges", están apareciendo grandes exponentes del género, que estamos disfrutando como enanos todos aquellos a los que nos gusta pasar desapercibidos, sorprender a los enemigos por la espalda y escabullirnos entre las sombras.
El agente Sam Fisher creado por el escritor estadounidense Tom Clancy, vuelve 11 años después de su primera aventura en un principio exclusiva de Xbox, un juego que no tardaron en comparar con la mítica saga Metal Gear Solid, aunque no tardamos en descubrir que sus intenciones eran bien diferentes. Más realista y sesudo, con menos carga narrativa, Splinter Cell triunfó por tener personalidad propia y una calidad indiscutible, que aunque con algunos altibajos, siempre se ha mantenido muy alta a lo largo de la última década.
Con Splinter Cell: Blacklist tenemos la que posiblemente sea la entrega más completa de toda la serie en cuanto a contenidos, y una de las mejores en términos generales, que se deja de experimentos y vuelve a sus raíces, a lo verdaderamente importante, la infiltración y el sigilo. Eso no quiere decir que se deje por el camino algunas de las incorporaciones de las últimas entregas, como el marcar y ejecutar, pero su peso en la jugabilidad acaba siendo anecdótico y se usa muy poco, aunque no deja de ser una posibilidad.
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