Una de las primeras necesidades era la de ocultarse del enemigo. Ambos bandos probaban distintas formas de camuflaje, pero todo era inútil; no había forma de ocultar la silueta de un avión vista contra el cielo.
Convencido de la inutilidad de este esfuerzo uno de los mejores pilotos alemanes, el Barón Manfred von Richtofen, fue al otro extremo.
Así como los caballeros de antaño se distinguían por el color de sus plumas, hizo pintar su avión de un llamativo rojo escarlata.
Fue como un guante arrojado a sus rivales, una osadía que reforzó su fama de hombre sin miedo entre amigos y enemigos. Al Barón no solo no le interesaba ocultarse, sino que quería ser reconocido por sus rivales.
Nacía así la leyenda del Barón Rojo.
Cuando por prisioneros de guerra se supo que su avión era reconocido por los aviadores aliados, los otros miembros de su escuadrilla, la Jasta 11, quisieron compartir el color con él. El Barón conservó el monopolio del rojo y sus camaradas volaban en aviones rojos con alguna variante. Su hermano volaba un avión rojo con una raya amarilla, el de Schaefer era rojo con la cola negra en tanto que el de Allmenröder era rojo con la cola negra. A la distancia parecían todos rojos.
Otras escuadrillas adoptaron esquemas similares(con otros colores) y pronto el cielo se transformó en un caleidoscopio de colores.
Más tarde la Jasta 11 se fusionó con otras escuadrillas, formando la JG1, que por su colorido llegó a ser conocida como "El circo volador".
Siempre que era posible, los aviadores de ambos bandos "recapturaban" a sus prisioneros, a los cuales se les brindaba una cena. El aviador derribado brindaba a la salud de su captor. El vencedor encomiaba el valor y habilidad de su enemigo. Entre brindis varios transcurría la noche.
La noche del 13 de abril de 1917 se celebró una de estas cenas en el rancho de la Jasta 11. Uno de los prisioneros ingleses debió ser un rápido analista de carácter, pues se aprovechó de la absoluta falta de sentido del humor de Richtofen hasta el punto de tomarle el pelo.
"Por supuesto el prisionero preguntó por mi avión todo rojo. El mismo no es desconocido ni siquiera por los soldados de las trincheras, quienes lo llaman "el diablo rojo". En la escuadrilla a la que pertenecía el prisionero circulaba el rumor de que el aparato rojo era ocupado por una mujer, una suerte de Juana de Arco alemana. El se sorprendió intensamente cuando le aseguré que la supuesta muchacha estaba en ese momento frente a él. No había tenido intención de hacerme una broma. En realidad estaba convencido que sólo una muchacha podía volar en mi avión pintado de extravagante color rojo."
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