domingo, 10 de abril de 2011

ANCESTROS TECNOLOGICOS: EL MISTERIO DE LAS MAQUINAS ENIGMA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


En la II Guerra Mundial no sólo se peleaba en los campos de batalla, los servicios de espionaje trabajaban a toda máquina ya que podían resultar decisivos en el resultado de la contienda. Una de las grandes luchas consistió en buscar un código que el enemigo no pudiese descifrar para de ese modo poder enviar mensajes que no pudiesen ser interceptados.

Si se utilizaba un sólo código, tarde o temprano sería descifrado. Por eso ambos bandos trabaja- ban afanosamente en una máquina que hiciese que el código pudiese cambiar cada cierto tiempo. Fue así como nació la famosa máquina enigma, capaz de cambiar su código cada pocas horas. El receptor tendría información de las horas y los códigos que usaba la máquina y de esa forma podría interpretar el mensaje sin que el enemigo pudiese hacerlo. Cada avión, submarino, tanque o barco llevaba una de estas máquinas.
A partir de 1925 y durante las dos décadas siguientes, el ejército alemán compró más de 30.000 máquinas Enigma, lo que les proporcionó el sistema de cifrado más seguro del mundo. Al estallar la Segunda Guerra Mundial sus comunicaciones estaban protegidas por un nivel de codificación sin precedentes.
El talón de Aquiles era que acabaran descubriendo la clave, así que los alemanes optaron por cambiarla cada día. Los aliados, por tanto, tenían un día para averiguarla. Al empezar el día siguiente, vuelta a empezar de cero. Por supuesto, las claves de cada día tenían que ser conocidas tanto por emisor como por receptor. Para ello, tenían un libro de códigos que decía las diferentes posiciones iniciales de los modificadores así como los cambios de pares de letras del clavijero.

Y por si todo ello no fuera suficiente, tomaron la precaución de transmitir una nueva clave para cada mensaje. O sea, aprovechando la clave del día se transmitían una nueva clave. Imaginemos, por ejemplo, que la clave del día de los modificadores era QCW. Pues utilizando esa posición se transmitían PGHPGH (lo hacían dos veces para asegurarse que se recibía correctamente la nueva clave) y el receptor recibía, por ejemplo KIVBJE (recuerdo que las letras cambiaban a cada pulsación). En ese momento, ambos cambiaban los modificadores a la nueva posición PGH y empezaba el mensaje cifrado real.

Tal y como los franceses dieron la batalla del desciframiento por perdida, los polacos no. Su Biuro Szyfrów organizó un curso de criptografía e invitó a 20 matemáticos que sabían hablar alemán. Les tomaron juramento y escogieron a tres de ellos por sus aptitudes. El que más destacó fue un joven de 23 años llamado Marian Rejewski. Era tímido, con gafas pero trabajando totalmente solo, con una Enigma en sus manos y con la información que os he dado fue capaz de descifrar los mensajes de los alemanes.
El 7 de mayo de 1941 la Real Armada capturó deliberadamente un barco meteorológico alemán, junto con equipos y códigos de cifrado, y dos días después el U-110 fue capturado, también equipado con una máquina Enigma, un libro de códigos, un manual de operaciones y otras informaciones que permitieron que el tráfico submarino de mensajes codificados se mantuviera roto hasta finales de junio, cosa que los miembros de la Armada prosiguieron haciendo poco después.

Tras el fin de la guerra, los británicos y estadounidenses vendieron las máquinas Enigma sobrantes a muchos países alrededor del mundo, que se mantuvieron en la creencia de la seguridad de ésta. Su información no era tan segura como ellos pensaban, que por supuesto, fue la razón para que británicos y norteamericanos pusieran a su disposición las máquinas.

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